Resentimiento

II SAMUEL 2

“Entonces los habitantes de Judá fueron a Hebrón, y allí ungieron a David como rey de su tribu”  (v. 4)...

David podría haber reclamado el trono para sí mismo, enseguida.  Pero – como un hombre grato al corazón de Dios – le preguntó al Señor qué debía hacer ahora que Saúl estaba muerto.  Dios le dijo a David que fuera a Hebrón y lo hizo rey sobre todas las tribus. Abner, pensó que Joab, el General de David, recibiría la posición suprema en la nueva administración – así que no hizo nada.  Odiaba la idea de tomar una posición menor.  Resentimiento y celos han manchado las páginas de historia escrita (y no escrita) a través del tiempo.  El resentimiento ha llevado a dañinas acciones contra grupos de personas, como también de individuos.  A nivel personal, podemos sentir resentimiento hacia alguien que recibe una promoción, o es reconocido o admirado.  Lo tomamos de manera personal, y las emociones negativas comienzan a enconarse.

Después de cierta batalla entre las casas de David y Saúl, Abner finalmente le dijo a Joab:

“¿Vamos a dejar que siga esta matanza? ¿No te das cuenta que, al fin de cuentas, la victoria es amarga? (v. 26).

Los generales se dieron cuenta – por lo menos por un momento – que la lucha tenía que terminar.  El resentimiento tenía que acabar si ellos querían avanzar.  Nosotros podemos pensar lo mismo: ¿Por qué esa persona fue reconocida, alabada, y no yo?  El resentimiento gana, apagando el espíritu dentro de nosotros. 

Debemos dejar todo en manos del Señor y confiar en él.  Celebrar con otros en vez de guardar resentimiento hacia ellos.  ¿Es fácil?  No.  ¿Siempre beneficia desechar el resentimiento?  ¡Sí! Es solamente entonces cuando podemos seguir adelante y sentirnos libres en Cristo

¡Larga vida al Rey!