Romanos 4

22 de junio de 2015
Por Philip Layton

La justificación es sólo por la fe


Preguntas para compartir

  • Pablo explicó como Abraham fue justificado por su fe. ¿Por qué esta explicación fue tan importante para Pablo?
  • ¿Cuál es su importancia hoy en día?

 

No olvides desafío para Niños, semana 25

Profundizando con “Palabras de vida”

Hay muchas palabras que Pablo usaba a menudo para dejar en claro lo que podríamos llamar el don del perdón. Cuando hemos sido perdonados, somos justificados a pesar de nuestros pecados; somos aceptados pese a nuestro inaceptable pasado. Somos hechos justos si fuimos injustos, impíos o no aptos para ser recibidos por un Dios justo.

Este es el corazón del evangelio, que consume el apóstol y que las personas llamadas cristianos abrazan.

El obstáculo más fuerte a la fe para aquel que busca la verdad es el principio de la gracia. Con nuestra mente humana asumimos que nada de valor se recibe sin pagar un precio.

 Sospechosamente examinamos el testimonio del creyente. ¿Qué puedo hacer yo para comprar la justificación? ¿Cómo puedo ganar la aceptación de Dios? ¿Cómo puedo llegar a ser justo ante los ojos de un Dios Santo? ¿Cómo tengo que comportarme para merecer la aprobación de Dios?

Pablo usó a dos hombres de Dios, Abraham y David, para responder a esas preguntas.

Abraham vino a la fe cuando se dió cuenta que no era por respetar la ley o por medio del sometimiento que iba a encontrar la paz con Dios y recibir un símbolo o una señal (véanse los versículos 4-5). Se dió cuenta de que lo que estaba buscando - la relación con Dios – no tenía precio. Si él lo iba a tener, tenía que recibirlo como un regalo inmerecido.

El don prometido por Dios fue hacer un hombre diferente de Abraham. Aquí acercamos el evangelio del nuevo testamento con el antiguo testamento. Confía, cree, recibe. Estamos todos invitados  a probar las promesas del Dios en el que confiamos.

El rey David dijo “cuando hablamos de las bendiciones del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el hombre cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta en su contra "'(vs. 6-8).  El perdón no se da, no se compra. No se merece, pero viene por la gracia divina.