Semana 44

Qué ha sucedido hasta el momento...

Ahora estudiaremos el libro llamado Santiago, este es un libro que está escrito por Santiago, un hermano de Jesús y un líder de la iglesia en Jerusalén. Él escribió este libro a los cristianos que estaban dispersos por una gran área en el mediterráneo debido a las personas que estaban en contra de los seguidores de Jesús. Ellos habían sido tratados muy mal y para protegerse estaban dispersos.

 

Qué ocurrió después...

Santiago escribió este libro para enseñarle a esos seguidores de Jesús que la fe “verdadera” puede hacer grandes diferencias en la forma en que las personas viven, piensan, hablan y se comportan. El pasaje que vamos a descubrir nos desafía por las palabras que hablamos y el poder que tienen estas  ya sea para hacer crecer a alguien o hacer gran daño. Me pregunto como usas tus palabras…

 

Qué debo leer...

Santiago 3:1–12  (NVI) “Hay que domar la lengua”

Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más severidad. Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo. Cuando ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, podemos controlar todo el animal. Fíjense también en los barcos. A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto. Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa! También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida. El ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado toda clase de fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas; pero nadie puede domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal. Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce.

 

Reflexiona, opina y crea...

Este pasaje nos hace pensar en las palabras que utilizamos cada día. Las palabras que usamos están ayudando a alguien, alentado y mostrando amor, o están causando que alguien se sienta herido o enojado, incluso dañando a alguien más.

Sal afuera de tu casa y encuentra una pequeña inclinación, loma o altura donde puedas hacer rodar algo hacia abajo. Ej. una piedra o una pelota.
Piensa en las palabras que ocupas, una vez que las dices ya no puedes arrepentirte. Es un poco como la piedra o la pelota que haces rodar por la inclinación: una vez que comienza es muy difícil detenerse.

Esta semana toma la roca o la pelota y colócalos junto a tu cama como un recordatorio para pensar cuidadosamente sobre las palabras que utilizamos. Si prefieres puedes volver a leer la carta de Santiago nuevamente.