El Samaritano Malo

JUAN 4: 1-26

“Como tenía que pasar por Samaria, llegó a un pueblo samaritano llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob le había dado a su hijo José”·  (va. 4 y 5).

Jesús salió de Judá, dirigiéndose a Galilea en el norte.  Podría haber tomado otra ruta, pero eligió pasar por Samaria.  Había enemistad entre los judíos y los samaritanos, porque estos últimos eran una raza mixta, resultado de la cautividad Asiria en siglos anteriores.

Jesús llegó al pozo de Jacob alrededor de mediodía y allí estaba una mujer – una mujer que muchos llamarían una samaritana mala,  porque había tenido cinco maridos y ahora convivía con otro hombre.  Vivía ‘en pecado’.

Cuando Jesús se acercó, ella se asustó por varias razones.  Primero, un hombre – un hombre judío – le hablaba.  Segundo, él le pide que ella le de agua. Tercero, como él no tenía con qué sacar agua, él parecía estar dispuesto a usar su balde contaminado para tomar un poco de agua. Pero, por supuesto, Jesús no se refería al agua del pozo.  Se refería a agua viva.

“el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna”  (v. 14).

La mujer samaritana mala deseaba desesperadamente el ‘agua’ a que se refería Jesús, pero él sabía que ella necesitaba saber más de lo que significaría para ella.  Necesitaba arrepentirse de sus pecados, pedir perdón, creer en Jesús y comprometerse a vivir para él.

El agua viva solamente podemos recibirla cuando deseamos tener vidas que son santas, puras – semejantes a la de Cristo.  ¿Requerimos nosotros un poco de esa agua de vida hoy?

 

Oración

Señor Jesús, yo he hecho muchas cosas en mi vida que no eran semejantes a lo que haría Cristo.  Ayúdame a arrepentirme de ellas y no me dejes condenar a otros, sino amar – como tú amas. 

Cordero de Dios

 

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