Romanos 3

19 de junio de 2015

Por Philip Layton

La fidelidad de Dios y nuestra justicia por medio de la fe

Preguntas para compartir

  • ¿Revelan los diez mandamientos nuestra necesidad de ser perdonados (v 20)?
  • ¿Puedes identificar mayor evidencia de la divinidad de Jesús?  (v 23, v 24)

 

Profundizando con “Palabras de vida”

¿Qué es la fe?

Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción (v 22). 

Como seres humanos, tal como cualquier otro ser viviente, tenemos el instinto básico de proteger nuestra existencia buscando comida y refugio, pero en contraste a los otros seres, también tenemos deseos y preocupaciones espirituales de naturaleza: cognitiva, estética, social, política, Todo eso es el centro de la palabra fe. La fe es un acto de personalidad que afecta a todos los aspectos de nuestra vida personal; la fe es creer que el  sol va a salir; la fe de creer que habrá aire para respirar; fe para creer en Dios, quien nos  ama más allá de nuestro entendimiento.

Cuando entramos en el ámbito de la fe, entramos en santuario de la vida. Donde hay fe, hay conciencia de la santidad, de lo divino.

 “No te acerques más” dijo Dios “Quítate las sandalias por que estas pisando tierra santa”  (Éxodo 3:5)

Moisés tenia fe al creer que Dios tenía un plan para su vida, todo se trata sobre creer en Dios; por eso es adorado, amado. Toda la fe al creer que Dios nos creo es con un propósito; él busca construir una relación con nosotros; pero eso el debe ser el centro de nuestro universo.

Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. (Deuteronomio 6:5).

Todos quieren triunfar en la vida. Pero en muchas culturas, el éxito te puede convertir en tu propio Dios. El perjuicio de las relaciones y las convicciones personales. La fe es creer que Dios define el éxito en un modo diferente al que dicta la sociedad. La fe es creer que Dios trabaja atreves de nosotros. Para que podamos vivir una vida centrada en Dios. Hoy, vamos a vivir con fe en nuestro Señor y Salvador.  

He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. (Gálatas 2:20).