Hebreos 10

29 de octubre de 2015 
Por Philip Layton

El sacrificio de Cristo fue de una vez y para siempre

Preguntas para compartir

  • ¿Crees que el autor persuade a los cristianos hebreos que se estaban preguntando si necesitaban o no continuar con la tradición de los sacrificios (vs1-10)?
  • ¿Por qué es importante estar en fraternidad con otros creyentes (vs 25)? 

 

Profundizando con “Palabras de vida”

Cuando mi hijo Joel era un niño,  él tenía una camiseta amarilla que decía: “Sé que soy alguien porque Dios no hace basura”. No estoy segura sobre las implicaciones de esa frase a su corta edad, pero las palabras eran ciertas. Todos somos alguien, porque todos fuimos creados a la imagen de Dios. Todos somos especiales, únicos a los ojos del creador.

Pero no todo el mundo creé esto. Incluso teniendo a Cristo como salvador, encuentran complejo creer que son verdaderamente amados y aceptados por Dios.

Tal vez es por algo que han hecho en el pasado. Dios los ha perdonado, pero ellos no pueden perdonarse a si mismos. Todavía creen en las mentiras de Satanás,  deprimiéndose y sintiendo que no pueden salir de eso.

Estamos aquí para animarnos los unos a los otros. No simplemente decir palabras que no sentimos, no animar a los demás porque se nos ordena, todo debe nacer a base del amor. Estamos aquí para orar como hermanos y hermanas, que reciben coraje, fuerza, perseverancia, para brindar un sentido de esperanza, luz y vida.

En el Nuevo Testamento la palabra frecuentemente traducida como “animar” es παρακαλεῖν – parakalein. Este término viene de dos palabras en griego: para- significa  “junto a”, y kaleo significa “al llamado”. Cuando acompañamos a otra persona a través de situaciones difíciles, brindamos una sensación de renovación en el espíritu. Una llamada de unión. Debemos animar a los demás, hablar con ellos y llevarlos a un nivel de pensamiento noble y superior. Hacemos nuestro trabajo, pero quién nos ayuda a conquistar la vida es el Consolador (Parakletos), el Espíritu Santo.

¡Dios no hace basura! Él crea formas y transforma a sus hijos a su semejanza. Cuando pertenecemos a él y lo reconocemos como Señor y Salvador, tenemos la responsabilidad de animarnos los unos a los otros. Es una expresión de nuestro profundo amor por Dios: ser alguien que levante el espíritu de los demás a nuevas alturas. Para brindar bendiciones y honor al Señor Todo Poderoso.